De luz se
han de hacer
los hombres, y
deben dar luz.
De la naturaleza
se tiene el
talento, vil o
glorioso, según se
le use en
el servicio frenético
de sí, o para el
bien humano.
José Martí
Trabajamos para
vivir, para soñar, para crecer, para expresarnos, para dejar un legado, para
trascender y porque es necesario. Cuando trabajamos, creamos. Creamos historia,
creamos memoria, creamos para otros y para nosotros. Tejemos un sinfín de
realidades que van a ser usadas y compartidas por otras personas, por seres
conocidos, por desconocidos, en fin, por el mundo.
Trabajar es una
necesidad humana porque sin trabajo no hay creación, ya sea hacer un puente
gigantesco o preparar una cena para dos personas, llevar el inventario de un
supermercado o ejercer como presidente de una nación. Todos trabajamos, incluso
más de lo que imaginamos (según cada persona y qué criterio apliquemos, pasamos
incluso más de la mitad de nuestro tiempo trabajando). Si sacamos la cuenta nos
pesaría saberlo - más aún si lo que hacemos no es lo que amamos hacer- ya que se nos va allí buena parte de nuestra
energía y nuestra existencia. Por eso es bien necesario que nos preguntemos por
el sentido de esta actividad que nos ocupa toda la agenda, que nos lleva la
vida. Asimismo, un segundo abordaje que
se impone –y que está íntimamente relacionado- es cómo lo estamos haciendo,
cómo es mi relación con el trabajo. En la forma en que trabajamos, en cómo
construimos esa forma de hacer y de vivir el trabajo, radica el secreto del
bienestar en el trabajo. Un desafío y una necesidad. Sentirse bien con nuestro
trabajo es en definitiva sentirnos bien con nosotros.
Trabajamos, y al
trabajar transformamos la realidad cotidiana y el mundo cada día con nuestras
acciones.
Hay una vieja
historia que habla de tres albañiles que se dedicaban a sus tareas. Cuando se
les preguntó qué hacían, uno de ellos respondió: “yo pongo ladrillos uno sobre
otro”. Otro dijo: “yo construyo una pared”. Y el tercero respondió: “yo
construyo una catedral”. Todos sabemos que los tres realizaban la misma tarea,
sin embargo, cada uno le encontraba un sentido diferente a su trabajo. Una más
reciente es la respuesta de una joven alumna que relató en una clase que ella
no trabaja para hacer campañas en internet,
sino para salvar ballenas de la extinción, está en marketing digital de
una ong de protección animal.
Creo,
firmemente, que encontrarle un sentido al trabajo es una buena pista para
encontrárselo a la vida. El trabajo nos transforma, nos moldea, significa mucho
para todos nosotros, y ahora para las nuevas generaciones más aún: si no hay
propósito y no hay gusto por lo que hacen no se conectan con él.
Muchos de
ustedes se preguntarán: ¿y dónde queda el dinero en todo esto? Es cierto,
trabajamos por dinero, al menos así responde la mayoría de las personas cuando
se les pregunta esto, pero no podemos quedarnos en eso, porque merecemos que
nuestra tarea sea edificante y tenga sentido. Estamos construyendo nuestro
propio universo, el próximo –nuestro hogar, nuestra familia- y el circundante,
el de todos y cada uno. De que lo hagamos y de cómo lo hagamos depende nuestro
futuro y el de nuestros hijos. Y eso está escrito en nuestros genes.
Los seres
humanos somos transformadores por naturaleza, vivimos transformando la realidad
en la que vivimos, nuestro planeta, el pequeño hábitat que ocupamos, el hogar,
la oficina, a nosotros mismos y a otros. Transformar y trabajar están
íntimamente ligados. Trabajar es una forma de trascender, de estar y de ser.
Trabajamos para no pasar desapercibidos, para no morir
tan fácilmente y para permanecer. También para expresar nuestro potencial y lo
que somos, para cumplir con nosotros mismos y con la humanidad. Trabajamos para
conectarnos más con nuestras posibilidades y sueños.
Trabajar es
primordial, entendiendo al trabajo como las acciones que hacemos con plena
conciencia, ética y moral. El trabajo dignifica a quien lo hace y a quien lo
recibe. El trabajo va a favor de la vida y de todas las formas de su expresión.
Combatir la mediocridad y la crisis de actitud hacia lo que hacemos es un
aspecto importante para lograr organizaciones saludables también.
Todos de alguna
manera deseamos en lo más íntimo que nuestro trabajo sea valorado, que aporte a
la construcción de una realidad mejor para todos y, sobre todas, las cosas que
le dé sentido a nuestra vida.
El trabajo nos
brinda un espacio de aprendizaje de valores, donde cultivar diversas formas de
ser, de sentir, por lo tanto de hacer, y así experimentar la vida en toda su
riqueza, dejando huellas en el mundo.
El trabajo como una forma de trascender
En su obra La vida en busca de sentido Viktor
Frankl, neurólogo y psiquiatra austriaco (fundador de la Logoterapia, preso
sobreviviente en varios campos de concentración nazis), sostiene que una vida
cuyo último y único sentido consiste en superarla o sucumbir, y cuyo sentido
dependiera de la casualidad, no merece la pena ser vivida. De ahí la libertad
espiritual que todos tenemos y que no se nos puede arrebatar, es la que hace
que la vida tenga sentido y propósito.
Elecciones,
acciones positivas que nos llevan a construir una forma de individuación
personal, son parte del mundo del trabajo. Además el trabajo propicia el encuentro y el vincularnos con los otros,
por eso nos permite la comunión y la diferenciación, o sea la individuación
mencionada que tanto necesitamos. Elegir qué deseamos hacer y cómo queremos
ganarnos el sustento, haciendo qué con nuestro tiempo, es una característica
exclusiva de los seres humanos y del hombre moderno. Es en el ejercicio de este
poder que hacemos uso de la libertad. Nada de esto es muy fácil, ya que
requiere conocernos, y animarnos a ser quienes ya somos, más allá de todas las
expectativas y mandatos que se colocan en nuestra vida de parte de los otros y
a veces de nosotros mismos.
Todos deseamos
destacarnos en algo y encontrarle el sentido a la vida. El trabajo es un
escenario posible para lograrlo.
La trascendencia
es una necesidad en los seres humanos. Confirmar que somos únicos, diferentes y valiosos
aporta crecimiento y trascendencia. Es en el verdadero ejercicio de nuestros
talentos que los que somos parte de la sociedad
hemos encontrado una forma de lograrlo. El hacer algo con nuestras
propias manos, dedicación y poniendo en juego lo que nos gusta hacer para
ganarnos nuestro salario es una forma de trascender, sino ¿qué es lo que hace
un artista, un médico, un artesano o un ingeniero? Diferenciarse, crear y
trascender a través de su acción y
creación humana.
La tarea de cada persona es una obra única, tan única
como la persona misma.
Trabajamos para sentirnos seguros
A la vez que
trascender, precisamos sentirnos seguros.
La búsqueda de seguridad es esencial para el ser humano. Necesita sentir
que puede dominar su vida, ser independiente y autoabastecerse. De ahí que
necesitamos saber y confirmar que podemos vivir de nuestro trabajo. Ya lo
afirmaba Abraham Maslow[1],
todos deseamos sentirnos seguros, tener un lugar donde llegar, donde
refugiarnos de este mundo tan incierto.
Por eso, a
veces, los espacios laborales, donde existe cierto grado de permanencia y
estructura cotidiana, nos brindan seguridad. Está claro que esto es relativo;
aunque necesario igual. Precisamos saber que en algún lugar nos esperan, nos necesitan,
esperan cosas de uno; esto nos ayuda a construir nuestra identidad.
Esto no
significa que no nos sintamos disgustados con estos espacios. Algunas veces
detestamos a nuestros jefes, nos enojamos y criticamos a los clientes y a los
compañeros, pero siempre y cada día regresamos a ese lugar, y si pensamos en
irnos o dejarlo, porque ya nos tiene hartos, no nos resulta fácil, nos cuesta.
Es necesario tener cierta seguridad cotidiana.
[1] Psicólogo estadounidense, conocido por ser el creador de la
jerarquía de las necesidades humanas o pirámide de Maslow. Según esta teoría
psicológica, los seres humanos manifiestan una tendencia hacia la búsqueda de
la satisfacción de sus necesidades básicas: fisiología, seguridad, afiliación,
reconocimiento y autorrealización.
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