martes, 1 de noviembre de 2016

¿Para qué trabajamos?



De  luz  se  han  de  hacer  los  hombres,  y  deben  dar  luz.  De  la  naturaleza  se  tiene  el  talento,  vil  o  glorioso,  según  se  le  use  en  el  servicio  frenético  de  sí,  o  para  el  bien  humano.
José  Martí

Trabajamos para vivir, para soñar, para crecer, para expresarnos, para dejar un legado, para trascender y porque es necesario. Cuando trabajamos, creamos. Creamos historia, creamos memoria, creamos para otros y para nosotros. Tejemos un sinfín de realidades que van a ser usadas y compartidas por otras personas, por seres conocidos, por desconocidos, en fin, por el mundo.
Trabajar es una necesidad humana porque sin trabajo no hay creación, ya sea hacer un puente gigantesco o preparar una cena para dos personas, llevar el inventario de un supermercado o ejercer como presidente de una nación. Todos trabajamos, incluso más de lo que imaginamos (según cada persona y qué criterio apliquemos, pasamos incluso más de la mitad de nuestro tiempo trabajando). Si sacamos la cuenta nos pesaría saberlo - más aún si lo que hacemos no es lo que amamos hacer-  ya que se nos va allí buena parte de nuestra energía y nuestra existencia. Por eso es bien necesario que nos preguntemos por el sentido de esta actividad que nos ocupa toda la agenda, que nos lleva la vida.  Asimismo, un segundo abordaje que se impone –y que está íntimamente relacionado- es cómo lo estamos haciendo, cómo es mi relación con el trabajo. En la forma en que trabajamos, en cómo construimos esa forma de hacer y de vivir el trabajo, radica el secreto del bienestar en el trabajo. Un desafío y una necesidad. Sentirse bien con nuestro trabajo es en definitiva sentirnos bien con nosotros.
Trabajamos, y al trabajar transformamos la realidad cotidiana y el mundo cada día con nuestras acciones.
Hay una vieja historia que habla de tres albañiles que se dedicaban a sus tareas. Cuando se les preguntó qué hacían, uno de ellos respondió: “yo pongo ladrillos uno sobre otro”. Otro dijo: “yo construyo una pared”. Y el tercero respondió: “yo construyo una catedral”. Todos sabemos que los tres realizaban la misma tarea, sin embargo, cada uno le encontraba un sentido diferente a su trabajo. Una más reciente es la respuesta de una joven alumna que relató en una clase que ella no trabaja para hacer campañas en internet,  sino para salvar ballenas de la extinción, está en marketing digital de una ong de protección animal.

Creo, firmemente, que encontrarle un sentido al trabajo es una buena pista para encontrárselo a la vida. El trabajo nos transforma, nos moldea, significa mucho para todos nosotros, y ahora para las nuevas generaciones más aún: si no hay propósito y no hay gusto por lo que hacen no se conectan con él.
Muchos de ustedes se preguntarán: ¿y dónde queda el dinero en todo esto? Es cierto, trabajamos por dinero, al menos así responde la mayoría de las personas cuando se les pregunta esto, pero no podemos quedarnos en eso, porque merecemos que nuestra tarea sea edificante y tenga sentido. Estamos construyendo nuestro propio universo, el próximo –nuestro hogar, nuestra familia- y el circundante, el de todos y cada uno. De que lo hagamos y de cómo lo hagamos depende nuestro futuro y el de nuestros hijos. Y eso está escrito en nuestros genes.
Los seres humanos somos transformadores por naturaleza, vivimos transformando la realidad en la que vivimos, nuestro planeta, el pequeño hábitat que ocupamos, el hogar, la oficina, a nosotros mismos y a otros. Transformar y trabajar están íntimamente ligados. Trabajar es una forma de trascender, de estar y de ser.
Trabajamos para no pasar desapercibidos, para no morir tan fácilmente y para permanecer. También para expresar nuestro potencial y lo que somos, para cumplir con nosotros mismos y con la humanidad. Trabajamos para conectarnos más con nuestras posibilidades y sueños.
Trabajar es primordial, entendiendo al trabajo como las acciones que hacemos con plena conciencia, ética y moral. El trabajo dignifica a quien lo hace y a quien lo recibe. El trabajo va a favor de la vida y de todas las formas de su expresión. Combatir la mediocridad y la crisis de actitud hacia lo que hacemos es un aspecto importante para lograr organizaciones saludables también.
Todos de alguna manera deseamos en lo más íntimo que nuestro trabajo sea valorado, que aporte a la construcción de una realidad mejor para todos y, sobre todas, las cosas que le dé sentido a nuestra vida.
El trabajo nos brinda un espacio de aprendizaje de valores, donde cultivar diversas formas de ser, de sentir, por lo tanto de hacer, y así experimentar la vida en toda su riqueza, dejando huellas en el mundo.
El trabajo como una forma de trascender
En su obra La vida en busca de sentido Viktor Frankl, neurólogo y psiquiatra austriaco (fundador de la Logoterapia, preso sobreviviente en varios campos de concentración nazis), sostiene que una vida cuyo último y único sentido consiste en superarla o sucumbir, y cuyo sentido dependiera de la casualidad, no merece la pena ser vivida. De ahí la libertad espiritual que todos tenemos y que no se nos puede arrebatar, es la que hace que la vida tenga sentido y propósito.
Elecciones, acciones positivas que nos llevan a construir una forma de individuación personal, son parte del mundo del trabajo. Además el trabajo propicia  el encuentro y el vincularnos con los otros, por eso nos permite la comunión y la diferenciación, o sea la individuación mencionada que tanto necesitamos. Elegir qué deseamos hacer y cómo queremos ganarnos el sustento, haciendo qué con nuestro tiempo, es una característica exclusiva de los seres humanos y del hombre moderno. Es en el ejercicio de este poder que hacemos uso de la libertad. Nada de esto es muy fácil, ya que requiere conocernos, y animarnos a ser quienes ya somos, más allá de todas las expectativas y mandatos que se colocan en nuestra vida de parte de los otros y a veces de nosotros mismos.
Todos deseamos destacarnos en algo y encontrarle el sentido a la vida. El trabajo es un escenario posible para lograrlo.
La trascendencia es una necesidad en los seres humanos. Confirmar  que somos únicos, diferentes y valiosos aporta crecimiento y trascendencia. Es en el verdadero ejercicio de nuestros talentos que los que somos parte de la sociedad  hemos encontrado una forma de lograrlo. El hacer algo con nuestras propias manos, dedicación y poniendo en juego lo que nos gusta hacer para ganarnos nuestro salario es una forma de trascender, sino ¿qué es lo que hace un artista, un médico, un artesano o un ingeniero? Diferenciarse, crear y trascender a  través de su acción y creación humana.
La tarea de cada persona es una obra única, tan única como la persona misma.
Trabajamos para sentirnos seguros
A la vez que trascender, precisamos sentirnos seguros.  La búsqueda de seguridad es esencial para el ser humano. Necesita sentir que puede dominar su vida, ser independiente y autoabastecerse. De ahí que necesitamos saber y confirmar que podemos vivir de nuestro trabajo. Ya lo afirmaba Abraham Maslow[1], todos deseamos sentirnos seguros, tener un lugar donde llegar, donde refugiarnos de este mundo tan incierto.
Por eso, a veces, los espacios laborales, donde existe cierto grado de permanencia y estructura cotidiana, nos brindan seguridad. Está claro que esto es relativo; aunque necesario igual. Precisamos saber que en algún lugar nos esperan, nos necesitan, esperan cosas de uno; esto nos ayuda a construir nuestra identidad.
Esto no significa que no nos sintamos disgustados con estos espacios. Algunas veces detestamos a nuestros jefes, nos enojamos y criticamos a los clientes y a los compañeros, pero siempre y cada día regresamos a ese lugar, y si pensamos en irnos o dejarlo, porque ya nos tiene hartos, no nos resulta fácil, nos cuesta. Es necesario tener cierta seguridad cotidiana.





[1] Psicólogo estadounidense, conocido por ser el creador de la jerarquía de las necesidades humanas o pirámide de Maslow. Según esta teoría psicológica, los seres humanos manifiestan una tendencia hacia la búsqueda de la satisfacción de sus necesidades básicas: fisiología, seguridad, afiliación, reconocimiento y autorrealización.

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